Las Sagradas Escrituras, o sea
Hay un solo Dios, que existe eternamente en tres personas distintas: El Padre, el Hijo, y el Espíritu Santo. Estas tres personas son idénticas en naturaleza, iguales en poder y gloria, y poseen los mismos atributos y perfecciones.
El Señor Jesucristo, el eterno Hijo de Dios, se hizo hombre, sin dejar de ser Dios, habiendo sido engendrado por el Espíritu Santo y nacido de la virgen María, para poder revelar a Dios y redimir a la humanidad perdida. El consumó la obra de la redención por su muerte vicaria en la cruz. Su resurrección corporal demuestra la satisfacción de Dios con la obra de la salvación. Ahora esta ascendido a la diestra del Padre, donde intercede a favor de los redimidos y ministra como nuestro Gran Sumo Sacerdote.
El Espíritu Santo es la tercera persona de
Dios creó a los ángeles, que son seres espirituales. Satanás, uno de ellos, se rebeló contra Dios arrastrando consigo a una parte de ellos y se convirtieron en enemigos de Dios y del hombre, y están bajo el juicio irreversible de Dios. Los demás ángeles permanecen fieles en su servicio constante a Dios en beneficio de los elegidos.
El hombre fue creado a la imagen y semejanza de Dios, perfecto y santo. Por el pecado de Adán toda la humanidad se hizo pecadora, con el resultado de que todo hombre es enemigo de Dios, separado de Él y sujeto a la condenación judicial de la muerte.
El hombre es muerto espiritualmente y totalmente degenerado y sólo puede ser salvado por la regeneración obrada por el Espíritu Santo. La salvación eterna es un regalo de Dios ofrecido por Gracia, que el hombre recibe por la fe personal en la obra eficaz del Señor Jesucristo. Al nacer de nuevo el hombre es justificado, salvado para siempre y esto se manifestará en la santidad de vida y en las buenas obras.
Todos los hombres serán resucitados; tanto los salvados como los perdidos. Los salvados resucitarán a la vida eterna y los perdidos a la condenación eterna. Durante el período entre la muerte y la resurrección el alma y el espíritu de cada persona están conscientes en la presencia de Dios o en el infierno, separados de Dios, esperando el Juicio Final.
Las ordenanzas o mandatos que el Señor Jesucristo dio a