EL CONOCIMIENTO DE DIOS
1 Juan 2:3-14
A. 1Jn 2:3-4. Conocer a Dios es la máxima aspiración humana, Jer 9:23-24.
Conocer a Dios es la vida eterna, Jn 17:3.
Pero no es un conocimiento solamente intelectual o filosófico.
Muchos piensan que el solo hecho de conocer la Biblia los hace conocedores de Dios.
El hecho de conocer de memoria versículos bíblicos y recitarlos por sí solos no nos hacen conocedores de Dios.
“Conocer” es la forma más profunda de conocimiento íntimo; se utiliza para la relación total entre un hombre y una mujer en el matrimonio.
Juan nos escribe diciendo 1Jn 2:3. Es fácil decir: “Yo conozco a Dios, yo lo amo”. “Soy salvado por gracia, pero la Biblia dice 1Jn 2:4.
No es lo importante decir “yo conozco a Dios”. Lo verdaderamente importante es preguntarnos “¿Nos conoce Dios como sus hijos?” Jn 10:14, 27; 1Co 8:2-3; 2Co 10:12, 17-18; 2Ti 2:19.
Los seres humanos nos dejamos impresionar por los que hacen milagros, por los que sanan enfermos, por los que predican poderosamente, pero eso no es lo que distingue a los hijos de Dios sino la obediencia a los mandamientos. ¿Qué será para los religiosos, escuchar estas terribles palabras del Señor, Mt 7:21-23?
B. 1Jn 2:5-6. El amor de Dios se perfecciona por nuestra obediencia, Sal 25:14.
Dios nos ama, eso lo sabemos, pero los que obedecen a la Palabra de Dios demuestran que en ellos verdaderamente el amor de Dios se ha perfeccionado.
El apóstol Pablo escribió que el amor es el cumplimiento de la ley: Ro 13:8-10. ¡El cumplimiento de la ley es el amor! Y el amor de Dios ha sido llevado a su meta cuando obedecemos Su Palabra, sus mandamientos; ¿por qué? Porque cuando le obedecemos demostramos que el amor de Dios ha madurado, se ha perfeccionado, en nosotros que somos egoístas por naturaleza.
La obediencia a los mandamientos prueba nuestro conocimiento de Dios. El amor genuino a Dios (v. 5) y una verdadera relación con él (v. 6), deben evidenciarse en la absoluta obediencia y lealtad que le profesamos.
Entonces, es fácil saber si somos de Cristo, ¿cómo? Si obedecemos sus mandamientos somos de él. Nuestro Señor Jesucristo obedeció a su Padre durante toda su vida terrenal (todavía lo hace, por sí acaso).
Toda su vida, todas sus enseñanzas, todo su actuar fueron hechos en obediencia total a la Palabra y a la voluntad de Dios, Su Padre, ejemplos: Jn 4:34; 5:19, 30; 6:38; 8:28, etc.
Ej. Mt 26:47-54. Por esa vida rendida en completa obediencia, su Padre se complacía en él.
¿Y nosotros? ¿Podría Dios decir lo mismo de nosotros?
Ahora bien, sólo se puede obedecer los mandamientos de Dios por la presencia del Espíritu Santo en la vida del cristiano; o sea que sólo puede obedecer a Dios el que es nacido de nuevo, nacido de lo alto, del Espíritu, Fil 2:13. “Produce”=da energía, activa. Cf Ef 2:2. Por esto es que Dios exige obediencia total, porque él mismo nos da el poder para obedecerlo.
¿Recuerdan que esta carta se escribió para que tengamos comunión con el Padre juntamente con los hermanos, y para que nuestro gozo sea cumplido? Sólo la obediencia produce el verdadero gozo.
¿No quieres que cuando termine tu vida aquí y entres a las moradas eternas, por la Gracia de nuestro Señor, le escuches decir a nuestro Señor: “Buen siervo y fiel; sobre poco has sido fiel, sobre mucho te pondré; entra en el gozo de tu Señor.” (Mt 25:21, 23.)? Yo sí anhelo escuchar estas palabras. ¡Adelante, Cristo quiere darte gozo!