El espíritu de sabiduría y de revelación

Efesios 1:15-16a

“Por esta causa también yo, habiendo oído de vuestra fe en el Señor Jesús, y de vuestro amor para con todos los santos, no ceso de dar gracias por vosotros…” Efesios 1:15-16a

Hemos visto la causa por la que Pablo no dejó de dar gracias por los efesios:

  • Los efesios eran, y nosotros junto con ellos, benditos, bendecidos por Dios con toda bendición en los lugares celestiales en Cristo (v.3).
  • La bendición es, que fuimos escogidos antes de la fundación del mundo para que fuésemos santos y sin mancha delante de él (v.4).
  • Nos predestinó y aceptó como sus hijos, y esto por la obra de salvación de Cristo según el puro afecto de su voluntad, es decir sin méritos (v.5).
  • Tenemos redención y perdón de pecados, y todo por gracia (v.7).
  • Además somos parte del gran y genial plan de Dios (vs.7-10).
  • Somos herederos de Dios (v.11).
  • También los efesios creyeron en la palabra de la verdad y fueron sellados con el Espíritu Santo de la promesa, es decir también ellos (y nosotros) son partícipes de toda esta bendición (v.13).
  • Todo esto debe servir para la alabanza de la gloria de Dios (vs.6.12.14).

Sin embargo, hay más causa para dar gracias. El apóstol había escuchado de la fe de los efesios en el Señor Jesús y de su amor para con todos los santos (v.15). Estas dos actitudes eran señales de vida espiritual, a pesar del “terremoto” de falsas doctrinas que había sufrido la región de Asia.

La Fe:

La fe de los efesios no era una fe cualquiera en algún poder trascendental, en principios, la bondad del ser humano o en el “diosito”, sino era basada en el Señor Jesús. Esta fe tiene cuatro niveles:

  1. Darle la razón a la Palabra de Dios que somos pecadores (Ro 3:23), y que sin Cristo estamos eternamente perdidos y no podemos contribuir nada para salvarnos.
  2. Creer que Cristo murió en la cruz por nuestros pecados y resucitó el tercer día para otorgarnos perdón de pecados, redención y vida eterna.

La fe del nivel uno o dos todavía no es suficiente, porque si no tiene consecuencias, se muestra como fe inauténtica.

  1. La consecuencia correcta es entregar su vida a Cristo para que la limpie de todo pecado y nazca una nueva criatura por el Espíritu Santo.
  2. Vivir una vida entregada al Señor, es decir seguirle, dejar que Cristo reine en nuestros corazones y que viva su vida en nosotros (Gá 2:20).

La fe del nivel cuatro ya no quiere dominar ni nuestra vida, ni la santificación, sino espera todo de Cristo (Jn 15:5). No dice que no debemos hacer nada, tenemos muchos deberes (p.ej. Mt 28:18-20; Ro 12; 1 Jn 4:7), pero él que puede realizar todo esto, no soy yo, sino Cristo.

El Amor:

El amor no es para con los simpáticos, sino para con todos los santos. Vemos en 1 Co 13 cómo es este amor. Nosotros solos no somos capaces de amar con esta perfección. Sin embargo, el amor no consiste en que nosotros hayamos amado a Dios, sino que él nos amó a nosotros y envió a su Hijo en propiciación por nuestros pecados (1 Jn 4:10). El mandato del amor es el mejor área para aprender que separados de Cristo no alcanzamos nada; pero tampoco es necesario porque Cristo vive en nosotros, los verdaderos creyentes, y él sí es capaz de vivir esta vida santa a agradable al Padre.

El desafío es decirle a Cristo nuestras debilidades y necesidades y esperar que él realice su obra en nosotros. Mientras que nosotros mismos queremos dominarlo todo, impedimos que Cristo haga su obra en nosotros, pero en cuanto soltemos todo, confiando plenamente en él, vamos a experimentar la realidad de Gá 2:20:

“Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí.”