Antes muertos, ahora vivos.
Efesios 2 1-10.
Walter A. Maldonado Franck
2.1 Estabais muertos: El hombre no necesita simplemente a un guía o a un maestro. Él está muerto y lo que necesita es a alguien capaz de resucitar su espíritu.
2.2 El modo y las actitudes de la sociedad son formados por el príncipe de la potestad del aire, un título para Satanás que tiene relación con la influencia que ejerce sobre todas y cada cultura.
2.2 «Príncipe de la potestad del aire» significaba para los lectores de Pablo que Satanás y sus fuerzas espirituales de maldad habitan entre la tierra y el cielo. Satanás, de esta manera, se describe como el que ejerce autoridad en el mundo espiritual de maldad, o sea, los demonios y los que están en contra de Cristo. Satanás significa «el acusador». También se le llama el diablo (4: 27). En la resurrección Cristo triunfó sobre Satanás y su poder. Sin embargo, Jesucristo es el gobernante permanente del mundo; Satanás lo es temporalmente y sólo de una parte del mundo que decide seguirlo.
2.3Hijos de ira: El fin inevitable de los «hijos de desobediencia» (v. 2) es estar bajo la condenación de un Dios justamente airado; es enfrentar un juicio justificado por haber violado fronteras conocidas de orden espiritual y moral (véase Ro 1.18–21).
2.3 El hecho de que todas las personas, sin excepción, cometemos pecado prueba que tenemos la misma naturaleza pecaminosa. Estamos perdidos en pecado y no podemos salvarnos por nuestra cuenta. ¿Significa esto que solo los cristianos hacen cosas buenas? Por supuesto que no, muchos hacen bien a otros. En una escala relativa, muchos son morales, bondadosos, respetan las leyes, etc. Comparados con los criminales, diríamos que son muy buenos. Pero en la escala absoluta de Dios, nadie es lo suficiente bueno como para ganar la salvación («estabais muertos en vuestros delitos y pecados», (2.1). Sólo al unir nuestras vidas a la vida perfecta de Cristo podemos llegar a ser buenos ante los ojos de Dios. «Hijos de ira» se refiere a los que reciben la ira de Dios porque rechazan a Cristo.
2. 4-5En los versículos previos Pablo se ocupa de nuestra antigua naturaleza pecaminosa (2:1–3). Aquí Pablo enfatiza que ya no necesitamos vivir bajo el poder del pecado. Cristo destruyó en la cruz la paga del pecado y su poder sobre nuestras vidas. La fe en Cristo nos declara absueltos o «no culpables» delante de Dios (Ro 3.21, 22). Dios no nos quita del mundo ni tampoco nos convierte en muñecos, sentiremos como que pecamos y algunas veces lo haremos. La diferencia radica en que antes de ser cristianos éramos esclavos de nuestra naturaleza pecaminosa, pero ahora podemos escoger vivir para Cristo (Ga 2.20).
2.6 Nos hizo sentar... con Cristo Jesús: Tres «nos» que encontramos en los vv. 5 y 6 señalan nuestra unión con Cristo: 1) en su resurrección; 2) en su ascensión; y 3) en su papel actual a la diestra de Dios. Desde este lugar de comunión, Él nos concede que participemos en las obras del poder de su reino (Col 1.13). Debido a la resurrección de Cristo, sabemos que nuestros cuerpos también resucitarán (1Co 15.2–23) y que ya se nos ha dado el poder para vivir ahora la vida cristiana (1.19). Estas ideas se hallan combinadas en la imagen de Pablo cuando habla de estar sentado con Cristo en «lugares celestiales». Nuestra vida eterna con Cristo es cierta, porque estamos unidos en su poderosa victoria.
2.7 En los siglos venideros: No importa la gloria que podamos experimentar y gozar en el tiempo presente por el poder y la autoridad del reino de Cristo, es claro que aun hay mucho que no se ha realizado, lo que se hará efectivo en la consumación de esta era y con la inauguración del inimaginable futuro que Dios tiene reservado para los suyos.
Ilustración de la Gracia: Un maestro cristiano quiso enseñar de manera más viva y práctica la verdad referida, y saber que la salvación es un don divino que se recibe por la fe. Para este fin sacó de su muñeca su reloj y lo ofreció “sin dinero y sin precio” al mayor de sus discípulos, diciéndole:
“El reloj será tuyo si lo quieres aceptar.”
Mas el jovencito no pudo creer que fuese verdad ese ofrecimiento. Se quedó sentado sonriendo, sin alargar la mano para recibir el reloj. Vista la incredulidad de éste, el maestro ofreció el reloj al discípulo inmediato, diciéndole:
“El reloj es tuyo si lo aceptas.”
Este pensaba que el maestro se burlaba de él y que los compañeros se reirían si alargaba la mano. Así es que por no tener confianza en las palabras del maestro, se quedó sentado y se quedó sin el reloj.
Y así continuó el maestro ofreciendo su reloj a casi todos los alumnos; pero ninguno tenía fe en su promesa para recibirlo. Pero al fin, lo ofreció al más pequeño de la clase. Este, sí, extendió la mano, tomó el reloj, dio gracias al maestro y se lo metió en el bolsillo.
Todos se rieron de la sencillez del pequeño pensando que el maestro sólo lo había engañado. Pero dijo el maestro:
“Me alegro mucho porque tú, a lo menos, tuviste fe en mis palabras. El reloj es realmente tuyo para siempre. Cuídalo.”
Cuando los otros comprendieron que mediante esa fe sencilla el pequeño compañero había recibido de veras el reloj, sintieron pena, mucha pena por no haber creído ellos también. Pues pensaba cada cual: ¡Si yo hubiese tenido fe en el maestro, sería dueño hoy de un bonito reloj de plata; pero por mi incredulidad perdí la oportunidad!
2.8 Gracia habla de la inmerecida bondad por la cual nos es dada la salvación, pero también es la poderosa palabra que describe las formas de operar del Espíritu Santo. Gracia es una fuerza tanto como favor; un verbo, pero también un sustantivo.
2.8,9Cuando alguien le da un regalo, ¿diría usted: «¡Qué lindo es! ¿cuánto le debo?» No, la respuesta apropiada es: «Gracias». Con cuánta frecuencia los cristianos, aun después de habérseles dado la salvación, se sienten obligados a hacer algo para llegar hasta Dios. Debido a que nuestra salvación e incluso nuestra fe son regalos, debiéramos responder con gratitud, alabanza y regocijo.
2.10 Creados... para que anduviésemos en ellas: Lo maravilloso de la obra de nueva creación de Dios en cada creyente es que Él renueva la naturaleza de sus hijos redimidos para realizar buenas obras.
Llegamos a ser cristianos mediante el don inmerecido de Dios, no como el resultado de algún esfuerzo, habilidad, elección sabia o acto de servicio a otros de nuestra parte. Sin embargo, como gratitud por este regalo, buscamos servir y ayudar a otros con cariño, amor y benevolencia y no simplemente para agradarnos a nosotros mismos. Si bien ninguna acción u «obra» nos puede ayudar para obtener la salvación, la intención de Dios es que nuestra salvación resulte en obras de servicio. No somos salvos solo para nuestro beneficio, sino para el de Él, para glorificarle y edificar la Iglesia (4.12).
2.10 hechura, del Griego poiema, poema. Designa un producto manufacturado, un diseño producido por un artesano. Poiema hace énfasis en Dios como Diseñador Maestro, en el universo como su creación (Ro 1.20) y en el creyente redimido, como su nueva creación (Ef 2.10).
Antes de nuestra conversión, nuestras vidas no tenían ni rima ni razón. La conversión nos trajo equilibrio, simetría y orden. Nosotros somos el poema de Dios, su obra de arte.