IMPEDIMENTOS A LA ORACIÓN

1JUAN 5:14-15

1Jn 5:14 Y esta es la confianza que tenemos en él,  que si pedimos alguna cosa conforme a su voluntad,  él nos oye.

I. ¿CUÁL ES LA VOLUNTAD DE DIOS?

Que andemos como es digno del Señor, agradándole en todo, llevando fruto en toda buena obra, y creciendo en el conocimiento de Dios (Col 1:9-10).

Que demos gracias por todo (1Ts 5:18).

Es nuestra santificación, que nos apartemos de toda inmoralidad (1Ts 4:3).

Que hagamos bien, como libres, pero no como los que tienen la libertad como pretexto para hacer lo malo, sino como siervos de Dios (1P2:15-16).

Vivir como es digno del Señor, agradarle en todo, llevando fruto en toda buena obra, y creciendo en el conocimiento de Dios (Col 1:9-10; He 13:21).

Que no nos amoldemos a este mundo, sino que seamos transformados por medio de la renovación de nuestra mente para que comprobemos cuál es la voluntad de Dios que es buena, agradable y perfecta (Ro 12:2).

Permanecer haciendo el bien, si padecemos según su voluntad (1P 3:17; 4:19).

Por eso siempre debemos orar pidiendo que se haga su voluntad. Nunca reclamar nada. Ej. Nuestro Señor, Lc 22:42; He 5:7.

II. IMPEDIMENTOS A LA ORACIÓN

01. Pecados no confesados ni abandonados Sal 66:18, Is 59:1-2.

02. Falta de fe, Stg 1:6-7. “Yo sabía que Dios no me iba a responder”.

03. Propósitos malos, Stg 4:3. “Señor, has que no me pesquen robando”

04. Indiferencia a la Palabra de Dios, Desobediencia, Pr 1:24-30. No hacer caso.

05. Conflictos familiares, 1P 3:7. No se hablan, malos tratos, griterías, etc.

06. Falta de amor, Pr 21:13 (Pr 28:27) (Cf. 19:17).

07. No querer perdonar, Mr 11:25-26. Laura y el Padre nuestro

08. Desprecio a la ley de Dios, Pr 28:9, Zac 7:13. Se acuerdan de Dios en emergencias.

09. Hacer el mal, vivir impíamente, Pr 15:8, 29;  1P 3:12.

10. Idolatría, Ez 20:31; 14:3; Jer 7:16-18. Yo iba a San Agustín.

11. Orgullo, Job 35:12-13; Lc 18:9-14. Humíllate delante del Señor

12. No pedir en la voluntad de Dios, 1Jn 5:14-15. Vuelvo a insistir lo del principio.

Entonces, hemos aprendido que debemos vivir haciendo la voluntad de Dios para que

nuestras oraciones sean atendidas por Dios.

No depende de nuestras palabras ni de nuestra posición física, ni tampoco de nuestras emociones.

Debemos andar en santidad de vida para que oremos en espíritu y verdad.

 

 

Dos certezas centrales de un hijo de Dios    

(1Jn 5:13-17) 

Dos certezas centrales de un hijo de Dios    (1Jn 5:13-17)

Les voy a mostrar en la pantalla cuatro objetos y me gustaría saber, quién está usando o ha visto uno o el otro objeto en algún un lugar.

Bueno, el primer objeto. Empezamos arriba a la izquierda. ¿Qué es eso? Una cámara de vigilancia. Pero ¿por qué hay personas que están usando eso? …

El segundo objeto, arriba a la derecha: chapas. ¿Dónde usamos eso? Yo uso una en la puerta de la oficina. ¿Y ustedes? ¿Dónde y para que están usando eso?

Después tenemos otro objeto; una caja fuerte. ¿Por qué hay personas o bancos que usan eso?

Y el último objeto aquí; cinturón de seguridad. Aquí en Bolivia casi nadie usa esto, pero ¿para qué sería? ¿O hay alguien que sí está usando el cinturón siempre? ¿Por qué?

Vemos, nosotros queremos estar seguros en esta vida, sentimos dentro de nosotros la necesidad de tener la seguridad más alta posible. Estar inseguro significa incomodidad en esta tierra, ¿o no? Pero, ¡cuánto más en lo espiritual! Y por eso, tenemos la carta de Juan, para que no estemos inseguros. Hoy vamos a reconocer dos certezas centrales de un hijo de Dios. Abrimos nuestras biblias en la primera carta de Juan, capítulo 5 y leemos a partir de verso 13.

13 Les escribo estas cosas a ustedes que creen en el nombre del Hijo de Dios, para que sepan que tienen vida eterna.

14 Ésta es la confianza que tenemos al acercarnos a Dios: que si pedimos conforme a su voluntad, él nos oye.

15 Y si sabemos que Dios oye todas nuestras oraciones, podemos estar seguros de que ya tenemos lo que le hemos pedido.

16 Si alguno ve a su hermano cometer un pecado que no lleva a la muerte, ore por él y Dios le dará vida. Me refiero a quien comete un pecado que no lleva a la muerte. Hay un pecado que sí lleva a la muerte, y en ese caso no digo que se ore por él.

17 Toda maldad es pecado, pero hay pecado que no lleva a la muerte.

Con estos versos hemos llegado a la parte final de la carta. Toda la carta estaba dirigida a la declaración en el versículo 12, la segunda parte. “El que tiene al Hijo, tiene la vida; el que no tiene al Hijo de Dios no tiene la vida.” Esta declaración marcada divide a toda la humanidad en dos campos. ¡No hay término medio! El término medio es un camino equivocado. Ya sea que tienes a Jesucristo como Señor y Salvador, y por tanto la vida eterna, o no tienes al Hijo y tampoco la vida.

¿Por qué Juan escribió esto en términos tan severos? Él mismo da la respuesta en verso 13: Les escribo estas cosas a ustedes que creen en el nombre del Hijo de Dios, para que sepan que tienen vida eterna.” Juan quiere, que nosotros en este tema crucial de la vida tengamos seguridad, porque sus consecuencias van mucho más allá de esta vida. En este tema debemos tener seguridad y podemos tener certeza. Es por eso que hoy estamos aquí con el tema: Dos certezas centrales de un hijo de Dios.

Primera certeza: Vida eterna

La primera certeza. Juan escribe: Les escribo estas cosas a ustedes que creen en el nombre del Hijo de Dios, para que sepan que tienen vida eterna. La palabra para saber que se usa aquí significa un conocimiento de la experiencia, un estar seguro o estar asegurado, o no tener dudas. Eso significa más que un conocimiento intelectual, se trata de una confianza interna sólida. Todo lo anterior en esta epístola de Juan sirvió para que no tengamos más dudas, pero estemos totalmente seguros. Pero, ¿cuál es entonces la seguridad? “para que sepan que tienen vida eterna”.

Aquí queremos permanecer en la primera parte de este sermón; la certeza de la vida eterna. Esta expresión “vida eterna” no es sólo por la duración, sino también por su calidad. Eterna significa lo que no pasa. La vida eterna no es, pues, afectada por la limitación de tiempo en esta tierra. Así como Jesús dijo: “Yo soy la resurrección y la vida. El que cree en mí vivirá, aunque muera” (Jn. 11:25). Así que si mi vida dio el último respiro, y mi cuerpo será enterrado, voy a seguir viviendo y estar con Cristo para siempre (1 Ts. 4:18). Tengo vida en mí, que no está sujeto a esta vida terrenal. Es vida de otra calidad, la vida divina, que viene de Dios. Poseer la vida eterna es la mayor bendición de una criatura en esta tierra. Para que esto fuera posible, Jesucristo tenía que llevar la maldición de nuestros pecados y expiar por ello en la cruz del Calvario. Sólo aquellos que creen en Jesucristo y se apartan del pecado pueden ser dotados con esta vida eterna y divina. La vida sólo se la puede tener en Jesucristo y es por eso que Jesús se describe a sí mismo como la vida en Juan 14:6: “Yo soy el camino, la verdad y la vida. Nadie llega al Padre sino por mí.”

Estimado oyente, ¿tienes esta vida? Esta es la pregunta con mayor importancia de que no se le permite evadir. Porque esto es tan importante, John ya ha señalado al comienzo de esta carta en el segundo verso: “Esta vida se manifestó. Nosotros la hemos visto y damos testimonio de ella, y les anunciamos a ustedes la vida eterna que estaba con el Padre y que se nos ha manifestado” (1 Jn. 1:2). Jesucristo personifica esta vida eterna, sólo él. Lo maravilloso es que él quiere compartir esta vida eterna, la más alta bendición, con nosotros, los seres humanos, a pesar de nuestro pasado; por amor, porque él mismo es el amor. Así que podemos ser participantes o si no eres ahora, puedes llegar a ser participante de esta vida eterna. La conciencia o el conocimiento profundo de la posesión de este regalo divino de la vida eterna, nos da una dimensión en esta vida terrenal, que nos capacita para aguantar las pruebas de esta vida. Si yo sé y estoy consciente de que una gloria sin fin me espera, entonces me da la fuerza para mi vida diaria.

Contamos aquí en la congregación con varias personas que están pasando por una gran cantidad de sufrimiento. A veces son todavía muy jóvenes, pero tuvieron muchas operaciones o sufren cada día, o han recibido un diagnóstico conmovedor. Una vida diaria así sin Jesucristo, sin la certeza de la vida eterna sería muy desmoralizada. Pero ustedes que están pasando por muchas dificultades en esta vida terrenal, creo que ustedes saben mejor que yo y todos que podemos estar sanos, que lo mejor está por venir. Una vida sin dolores, sin operaciones, sin enfermedad. Nos espera el cielo, gracias a Jesucristo.

El cielo espera a todos los que creen en Jesucristo, como dice Juan aquí “que creen en el nombre del Hijo de Dios”. Juan es muy preciso. No es cualquier Dios, no es un poder superior, no, sólo Jesucristo. En Hechos 4:12 leemos: “De hecho, en ningún otro hay salvación, porque no hay bajo el cielo otro nombre dado a los hombres mediante el cual podamos ser salvos.” Es por eso que Juan lo escribió tan claramente en el versículo 12: “El que tiene al Hijo, tiene la vida; el que no tiene al Hijo de Dios no tiene la vida.” Creer en el nombre del Hijo de Dios significa creer en toda su obra perfecta y en toda la doctrina de la Palabra de Dios.

Los hijos de Dios tienen entonces la certeza de la vida eterna.

Segunda certeza: Dios oye nuestra oración

Después de la primera certeza que tenemos como hijos de Dios, menciona Juan ahora otra. Leemos Versículo 14: “Ésta es la confianza que tenemos al acercarnos a Dios: que si pedimos conforme a su voluntad, él nos oye.”

Tenemos confianza en Jesucristo y la certeza que Dios oye nuestra oración.

Dios es nuestra persona de contacto y de él debemos esperar todo; ¡no de los hombres! La palabra confianza quiere decir que podemos revelar nuestro corazón delante de Jesús. Podemos decir todo lo que está en nuestro corazón, lo que nos está preocupando en lo más profundo de nuestro corazón. Tenemos libertad de expresión, no tenemos por qué tener miedo de decirle a Dios, o pensar que Dios solamente escucha nuestra oración, si usamos las palabras adecuadas. No, podemos abrir nuestro corazón totalmente, tal como dice en Salmos 62,8: “Confía siempre en él, pueblo mío; ábrele tu corazón cuando estés ante él. ¡Dios es nuestro refugio!” Nuestros corazones pueden reposar en Dios. Y si tu carga en tu corazón es muy grande, ¡Dios todavía es más grande! ¡No nos olvidemos de eso! Juan nos enseñó eso en el tercer capítulo en los versos 19 al 24. Como hijos de Dios tenemos un acceso libre y directo a nuestro Dios, gracias a Jesucristo. Pablo nos ha dado eso por escrito de manera muy bella en la carta a los Efesios, capítulo 3:12: “En él, mediante la fe, disfrutamos de libertad y confianza para acercarnos a Dios.”

Mira, aquí lo tenemos negro sobre blanco. Como hijos de Dios tenemos este tremendo privilegio, esa puerta abierta, directamente al Padre. Hermanos, ¿usemos este privilegio?

¿No es muchas veces así que tratamos de resolver un problema nosotros mismos, sin entrar por esta puerta abierta? ¿Sin que ya estemos empezando a difundir nuestra causa ante Dios? ¿Sin que hagamos uso de esa libertad de expresión que tenemos como hijos de Dios y que nos enseña aquí Juan? Esto me avergüenza cuando miro a mi vida, debo confesarles eso. Dios aquí nos muestra una manera directa y a menudo hacemos desvíos primero.

Podemos decirle todo a Dios, sabiendo que “él nos oye”. Dios oye nuestra oración, oye los clamores de sus hijos. Así dice en Salmos 34, versos 15 y 17: “Los ojos del Señor están sobre los justos, y sus oídos, atentos a sus oraciones”. “Los justos claman, y el Señor los oye; los libra de todas sus angustias.” Tenemos un Dios que nos oye y responde. ¿Recuerdan la historia de Elías y los profetas de Baal en el primer libro de Reyes, capitulo 18? Todo la mañana gritaban los profetas de Baal a su Dios, o mejor sería decir, a su ídolo, pidiendo fuego de él. Pero nada pasaba. Todo lo contrario con Elías. Él pidió al Dios verdadero y vivo y fuego cayó del cielo. Dios nos oye, él no se adormecerá ni dormirá. El significado del verbo oír implica no solamente el escuchar, sino también llevar acabo lo pedido.

¿Notas algo? Como hijos de Dios, todo podemos pedirle a Dios y él nos oye. ¡Wow! Si nos fijamos en este versículo al que acabamos de llegar aquí, se podría inferir de el, y lamentablemente eso hacen varias “iglesias o sectas”, que Dios, por lo tanto, está obligado a darnos lo que le pedimos, o incluso mejor, lo que exigimos nosotros. Porque Dios prometería según este versículo, que va a ejecutar lo que hemos dicho o pronunciado en la oración. Todo dependería sólo de la expresión, eso sería casi más importante que el contenido de la oración. Pero hermano, hermana, no te dejes engañar. Aprendemos una y otra vez, a leer nuestra Biblia de cerca y con cuidado, porque este versículo todavía no ha terminado. Hay además una condición de mayor importancia. Veamos de cerca de qué dice la condición: “que si pedimos conforme a su voluntad”. Dios responde a nuestra oración en caso de que esté conforme a su voluntad por nuestra vida. Pablo oró varias veces para su recuperación, pero Dios no lo sanó, pero le dijo: “Te basta con mi gracia, pues mi poder se perfecciona en la debilidad.” (2 Co. 12:9). Pablo aceptó esta respuesta y por eso fue una herramienta tan útil en el reino de Dios.

He leído varios libros de una mujer ciega de Alemania, Helga Anton era su nombre. Su pastor le dijo que tenía un trabajo para ella, a saber, la de la oración. Helga había aceptado esta ordenanza, y la había realizado durante varios años en una gran bendición para muchos. Me es un verdadero modelo. Mucha gente experimentó la curación a través de su oración, espiritualmente y físicamente. En sus libros se nota siempre, que nunca ha sido ella quién curó y segundo que ella formulo sus oraciones de una manera que ella esperaba todo de Dios, sabiendo que Él puede hacer realidad lo que ella estaba pidiendo si es según su voluntad. Ella siempre estaba de acuerdo con la manera que Dios respondía.

Saben, hay dos diferentes palabras en el griego, las cuales pueden ser traducidos con pedir. Uno ve a la persona que está pidiendo algo en el mismo nivel de la persona a la cual se le está pidiendo algo. Si yo estoy en la mesa y yo pido a Rebekka que me pase la mantequilla, estamos ambos en el mismo nivel. No soy más que Rebekka y ella no más que yo. Pero aparte de este verbo hay otro y eso está usado aquí. La persona que pide y la persona de la cual estamos pidiendo, no están en el mismo nivel. Yo como rogador estoy en un nivel más bajo y por eso ruego, pues, con el debido respeto de la emisora que está en un nivel más alto.

Nosotros nunca estamos en el mismo nivel que Dios. Nunca tenemos el derecho, de dar órdenes a Dios, ¡Nunca! Él es siempre el Todopoderoso que está por encima de nosotros. Él nos promete en este versículo que nuestra petición va a ser realidad, si corresponde con su voluntad. ¿Sabías que la voluntad de Dios y su plan para tu vida no pueden ser superados? Por eso, Él no puede conceder todas tus peticiones, porque no siempre son para tu bien.

Nuestra hija Simea a veces viene y quiere algo dulce. A veces le damos algo, en otra ocasión decimos “No”, porque tal vez es justo antes del almuerzo. No sería bueno para Simea, si ella comería dulces solamente. Al decir que no, queremos sólo lo mejor para ella, pero ella no lo entienda todavía. Así es también en lo espiritual. Muchas veces no entendemos a Dios tampoco, cuando Él no nos da lo que hemos pedido.

Pero ahora debemos perseguir una pregunta aún más urgente, a saber la cuestión: ¿Cómo oro, para que mi oración esté conforme a la voluntad de Dios y para que sea realidad? Esa es la cuestión candente. Me gustaría ver las respuestas a mis oraciones. Querido hermano, querida hermana, una oración por riqueza, por prestigio, por poder u honor, ni siquiera tienes que expresar. Esto no agrada a Dios y yo no encontré una oración así en la Biblia. Si Dios quiere, Él te dará tal o cual, pero si tú pides por algo así, entonces tú revelas claramente tus motivos egoístas y mundanos, que podrían incluso hacerte caer. Y entonces, ¿en qué te ayudaría tu reputación, tu honor con la gente, tu riqueza etc. cuando por fin recibes daño a tu alma (Lc. 12:15-21)?

Salomón cuando asume como rey, pidió algo más importante, algo que agradó a Dios. Vamos a leer esto en segunda Crónica 1:10-12: „Yo te pido sabiduría y conocimiento para gobernar a este gran pueblo tuyo; de lo contrario, ¿quién podrá gobernarlo? Entonces Dios le dijo a Salomón: —Ya que has pedido sabiduría y conocimiento para gobernar a mi pueblo, sobre el cual te he hecho rey, y no has pedido riquezas ni bienes ni esplendor, y ni siquiera la muerte de tus enemigos o una vida muy larga, te los otorgo. Pero además voy a darte riquezas, bienes y esplendor, como nunca los tuvieron los reyes que te precedieron ni los tendrán los que habrán de sucederte.“

Una oración por sabiduría y conocimiento es agradable a Dios y la biblia nos menciona aún más peticiones, los cuales están de acuerdo con la voluntad de Dios y serán respondidos. Aquí una lista:

  • Oración por sabiduría (Stg. 1:5: „Si a alguno de ustedes le falta sabiduría, pídasela a Dios, y él se la dará, pues Dios da a todos generosamente sin menospreciar a nadie.“)
  • Oración por fortaleza interior (Ef. 3:16: “Le pido que, por medio del Espíritu y con el poder que procede de sus gloriosas riquezas, los fortalezca a ustedes en lo íntimo de su ser”)
  • Oración para la comprensión del futuro maravilloso que nos espera (Ef. 1:18: “Pido también que les sean iluminados los ojos del corazón para que sepan a qué esperanza él los ha llamado, cuál es la riqueza de su gloriosa herencia entre los santos”)
  • Oración para darse cuenta de cuán grande es el amor de Cristo es para mí (Ef. 3:19: „que conozcan ese amor que sobrepasa nuestro conocimiento, para que sean llenos de la plenitud de Dios”)Oración para instrucción (Sal. 86:11: “Instrúyeme, Señor, en tu camino para conducirme con fidelidad. Dame integridad de corazón para temer tu nombre.”; Sal. 37:5: “Encomienda al Señor tu camino; confía en él, y él actuará.”)
  • Oración por más misioneros (Mt. 9,38: “Pídanle, por tanto, al Señor de la cosecha que envíe obreros a su campo.”)
  • Oración por el perdón de pecados (Mt. 6:12: “Perdónanos nuestras deudas, como también nosotros hemos perdonado a nuestros deudores.”)
  • Oración por los creyentes (Fil. 1:3-4: “Doy gracias a mi Dios cada vez que me acuerdo de ustedes. En todas mis oraciones por todos ustedes, siempre oro con alegría“)
  • Oración por pastores (2 Co. 1:11: “Mientras tanto, ustedes nos ayudan orando por nosotros. Así muchos darán gracias a Dios por nosotros a causa del don que se nos ha concedido en respuesta a tantas oraciones.”)
  • Oración para que el amor de los creyentes aumente (Fil. 1:9: “Esto es lo que pido en oración: que el amor de ustedes abunde cada vez más en conocimiento y en buen juicio”)
  • Oración en enfermedad (Stg. 5:13-16: ¿Está afligido alguno entre ustedes? Que ore. ¿Está alguno de buen ánimo? Que cante alabanzas. ¿Está enfermo alguno de ustedes? Haga llamar a los ancianos de la iglesia para que oren por él y lo unjan con aceite en el nombre del Señor. La oración de fe sanará al enfermo y el Señor lo levantará. Y si ha pecado, su pecado se le perdonará. Por eso, confiésense unos a otros sus pecados, y oren unos por otros, para que sean sanados. La oración del justo es poderosa y eficaz.”)
  • Oración para todas las personas y autoridades (1 Ti. 2:1.4: “Así que recomiendo, ante todo, que se hagan plegarias, oraciones, súplicas y acciones de gracias por todos, especialmente por los gobernantes y por todas las autoridades, para que tengamos paz y tranquilidad, y llevemos una vida piadosa y digna. Esto es bueno y agradable a Dios nuestro Salvador, pues él quiere que todos sean salvos y lleguen a conocer la verdad.”
  • Oración antes de las comidas (1 Ti. 4:4-5: “Todo lo que Dios ha creado es bueno, y nada es despreciable si se recibe con acción de gracias, porque la palabra de Dios y la oración lo santifican.”)

Así que si quieres experimentar las respuestas a la oración, utiliza esta lista. A través de tu estudio de la Biblia vas a encontrar en la Biblia más oraciones conforme a la voluntad de Dios. Complementa, pues, esta lista. Tu vida de oración se enriquecerá y te sorprenderás de nuestro gran y bondadoso Dios.

Entonces será realidad lo que dice exactamente el siguiente versículo: “Y si sabemos que Dios oye todas nuestras oraciones, podemos estar seguros de que ya tenemos lo que le hemos pedido.” Podemos saber con certeza que Él escucha y responderá a las solicitudes; podemos estar tan seguros como si ya lo hubiéramos recibido.

No olvidemos nunca que tenemos un Dios grande, poderoso, y nunca, nunca, nunca subestimar su poder o limitar Él.

 

EL TESTIMONIO DEL ESPÍRITU, EL AGUA Y LA SANGRE

1 JUAN 5:6-12

Puesto que una perspectiva correcta de Jesús reviste la máxima importancia, es fundamental que sea atestiguada. Por ello Juan cita algunos de los testimonios que establecen quién es Jesús.

1. El testimonio del agua y la sangre. El agua simboliza el bautismo de Jesús, cuando el Padre declaró su identidad como el Hijo y lo ungió para su ministerio.

La sangre se refiere a la crucifixión, por medio de la cual Cristo completó su obra.

Agua y sangre son mencionados porque el ministerio de Jesús comenzó con su bautismo y terminó con su muerte

Desde hace muchos siglos atrás hay una enseñanza falsa que dice que Jesús fue "el Cristo" sólo en el lapso entre su bautismo y su muerte. Estos herejes dicen, que Jesús nació sólo como ser humano y permaneció así hasta su bautismo, momento en el cual el Cristo (el Hijo de Dios) descendió sobre él, para luego dejarlo más tarde antes de su muerte en la cruz, de tal manera que sólo muriera Jesús hombre. Los herejes evidentemente hallaban imposible el sostener que el Cristo divino podía morir.

Sin embargo, a lo largo de toda su carta, el apóstol Juan  ha insistido en que Jesucristo es Dios y hombre verdadero. Ahora afirma que fue este Dios-hombre Jesucristo quien vino a este mundo, fue bautizado y murió.

Jesús es el Hijo de Dios antes de su nacimiento, en su nacimiento, en su bautismo, su vida y también en su muerte.

Esta verdad es sumamente importante, porque si sólo hubiera muerto como hombre, su sacrificio no habría servido para borrar el pecado humano, no habría podido  haber llevado sobre sí los pecados del mundo, y el cristianismo sería sólo una religión vacía. Sólo un acto de Dios pudo anular el castigo que estaba reservado por nuestros pecados.

¿Crees realmente en Jesucristo como tu Señor y Salvador?

2. El testimonio del Espíritu. El Espíritu Santo testificó que Jesucristo es el Hijo de Dios,  en su bautismo (Mt 3:16-17) y en su transfiguración (Mt 17:5).

El Espíritu Santo es la verdad, no puede mentir, por eso su testimonio es seguro.

Tres son los que dan testimonio. En el AT se requería este número de testigos para establecer la verdad en un asunto en particular (Dt 17:6; 19:15; cp Jn 8:17-18; 1Ti 5:19.)

Las palabras del v 7 son una referencia directa a la Trinidad y lo que dicen es exacto y verdadero, sin embargo no figuran en los manuscritos griegos del NT; estas palabras fueron  escritas como comentario marginal para completar el sentido del texto, y por los finales del siglo octavo fueron introducidas en el texto de la Vulgata Latina. Estas palabras no se originaron por fraude, sino para explicar el sentido del texto. De todos modos en las Sagradas Escrituras se muestra la Trinidad en diferentes partes.

El testimonio es armónico. El testimonio interior del Espíritu, y todo lo que está involucrado en el bautismo de Cristo y su muerte no son tres hechos sin relación alguna. Los tres señalan a un acto de Dios en Cristo para la salvación del hombre.

 

3. Nuestra respuesta al testimonio. Nosotros recibimos el testimonio de las personas, aunque estas sean falibles (Ej. Nuestro anticrético). Con mayor razón debemos recibir el testimonio que Dios nos ha dado: “que tenemos vida eterna; y esta vida está en su Hijo.” Por lo tanto el que tiene al Hijo, tiene la vida; el que no tiene al Hijo de Dios no tiene la vida. ¿Tienes al Hijo de Dios morando en ti? Si es así, entonces tienes el testimonio en ti mismo. El apóstol habla del testimonio interno que tenemos todos los creyentes, Ro 8:15-16; Ga 4:6. No es por medio de una voz interior mística, sino por el fruto que él produce en nosotros, Ga 5:22-23; 1Co 12:7. La seguridad de la salvación es una obra de gracia del espíritu Santo y no tiene origen humano.

Algunos esperan recibir vida eterna. Juan dice que podemos saber que la tenemos.

Nuestra certeza se basa en la promesa de Dios que nos ha dado vida eterna por medio de su Hijo. Eso es cierto ya sea que nos sintamos cerca o lejos de Él.

La vida eterna no se basa en sentimientos sino en hechos. El que cree en el Hijo de Dios tiene vida eterna, por eso los hijos de Dios vivimos confiados en la salvación total que nos dio el Señor Jesucristo.

Sabemos que tenemos vida eterna porque creemos en la verdad de Dios.

Pero el que no cree en el Hijo de Dios, el señor Jesucristo, no tiene la vida eterna, Jn 3:36.

Negarse a creer es lo mismo que llamar mentiroso a Dios.

El que rechaza el testimonio de Dios acerca de su Hijo, en realidad está cometiendo la blasfemia más grande porque equivale a llamar mentiroso a Dios.

No podemos pensar en la vida eterna aparte del Hijo, ni podemos pensar en el testimonio aparte de él. La vida eterna es la vida con Cristo y en Cristo. Esto está enfatizado por medio de un doble énfasis. La vida y el Hijo van juntos. Es imposible poseer la una sin poseer el otro.

Si no estás seguro de que eres cristiano, pregúntate si en realidad has dedicado tu vida a Él, aceptándolo como su Señor y Salvador. Si lo haces así, sabrás por fe que de veras eres hijo de Dios.

 

 

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