El Señor perfecciona su obra en sus hijos

Filipenses 1:3-11

 

Doy gracias a mi Dios siempre que me acuerdo de vosotros, siempre en todas mis oraciones rogando con gozo por todos vosotros, por vuestra comunión en el evangelio, desde el primer día hasta ahora;  estando persuadido de esto, que el que comenzó en vosotros la buena obra, la perfeccionará hasta el día de Jesucristo;  como me es justo sentir esto de todos vosotros, por cuanto os tengo en el corazón; y en mis prisiones, y en la defensa y confirmación del evangelio, todos vosotros sois participantes conmigo de la gracia. Porque Dios me es testigo de cómo os amo a todos vosotros con el entrañable amor de Jesucristo. Y esto pido en oración, que vuestro amor abunde aun más y más en ciencia y en todo conocimiento, para que aprobéis lo mejor, a fin de que seáis sinceros e irreprensibles para el día de Cristo, llenos de frutos de justicia que son por medio de Jesucristo, para gloria y alabanza de Dios.

 

Pablo siempre agradecía a Dios por los filipenses

Lo hacía por su comunión en el evangelio, que permanecía sin variar. Pablo resalta el apoyo financiero de los filipenses (Fil. 4:10-20). La palabra "evangelio", término favorito de Pablo para su mensaje, aparece nueve veces en Filipenses (más, proporcionalmente, que en cualquier otra carta). Pablo y los filipenses están unidos por su compromiso común con el evangelio (v. 7). Esa fidelidad de los filipenses comenzó desde el primer día. Es decir, desde la primera vez que el evangelio llegó a Filipos (v.4:15, Hechos 16:12-40). ¿Permaneceremos nosotros hasta el fin?

 

Pablo estaba persuadido de algo importante

El apóstol estaba completamente convencido de que el Señor, quien comenzó la obra, la perfeccionaría hasta el momento en que esos creyentes rindieran cuentas al Señor. Dios inició su obra en nosotros y sigue actuando a favor nuestro. Obviamente, esta obra es la salvación, pero la Escritura nos da la idea de una salvación continua. Esta es una gran enseñanza de la Biblia: 1) Fuimos salvados de la paga del pecado y del placer del pecado; 2) estamos siendo salvados del poder del pecado, esto incluye nuestra mente (intelecto, emociones, voluntad), nuestros hábitos; 3) seremos salvados de la presencia del pecado, es decir, cuando estemos con Cristo ya no tendremos la capacidad de pecar.

 

La perseverancia de los santos

Esta es una doctrina importante en la Biblia. Se refiere a la permanencia de los creyentes en un estado de gracia. Una vez justificado, regenerado, el creyente no puede ni total ni finalmente caer de la gracia, pero ciertamente perseverará en ella y alcanzará la vida eterna. Esta doctrina se enseña claramente en estos pasajes: Juan 10:28, 29; Rom. 11:29; Pedro 1:5.

 

Por otra parte, esta doctrina se desprende de la consideración de:

1) la inmutabilidad de los decretos divinos (Jer. 31:3; Mt. 24:22-24; Hechos 13:48; Ro. 8:30). 2) las disposiciones del pacto de la gracia (Jer. 32:40; Jn. 10:29; 17:2-6).

3) la expiación e intercesión de Cristo (Is. 53:6, 11; Mt. 20:28; 1P. 2:24; Jn. 11:42; 17:11, 15, 20, Ro. 8:34).

4) la morada del Espíritu Santo en los creyentes (Jn. 14:16, 2Co. 1:21, 22.; 5:5; Ef. 1:14; 1Jn. 3:9). 

Esta doctrina no es incompatible con la verdad de que el creyente no obstante, puede caer en pecado grave, y continuar en él durante algún tiempo. ¿No es evidente que conocemos muy bien nuestras debilidades? Somos una obra en proceso. Pero, no somos cualquier obra, sino una obra especial de Dios, como dice Efesios 2:10. Por eso tenemos que permanecer en el Señor, confesando nuestros pecados en cuanto los cometemos y debemos acercarnos mucho más al Señor por medio de la obediencia.

 

Para el día de Cristo

En el Nuevo Testamento, el día de Cristo es la expresión de lo que en el Antiguo Testamento se conoce como el día de Jehová o el día del Señor. Vemos otras referencias en Fil. 1:10, Fil. 2:16. Este día será el momento en que el Señor regrese en gloria para levantar a su pueblo de entre los muertos (Fil. 3:11, 20; 21) y reciba un homenaje universal (Fil. 2:9-11). Recordemos que los creyentes somos salvos, pero daremos cuentas. El mundo será juzgado por haber rechazado al Salvador. Los hijos de Dios serán juzgados por cómo administraron la salvación.

 

El apóstol creía que era justo sentir esa seguridad sobre los creyentes de Filipos

Esto se debía a que filipenses estaban demostrando su fidelidad, participaban en las penurias de Pablo, en la defensa del evangelio y en la confirmación del evangelio. Defensa y confirmación son términos que sugieren el testimonio apostólico durante el juicio (Mr. 13:9-11). Los filipenses demostraban que eran participantes de la gracia. ¿Estamos nosotros demostrando aquello?

 

Pablo prorrumpe en una declaración de ánimo

Pablo afirma en un arrebato de emoción y afecto que Dios era testigo de su amor por esos creyentes. Ese amor no era de cualquier clase. El sustantivo griego, al igual que el verbo relacionado que el Señor Jesús usó a menudo los Evangelios (por ejemplo, Mt. 9:36; 14:14), indica una profunda emoción.

 

Ese intenso amor motivó a Pablo a hacer algo más por los filipenses

¿Qué podía continuar dándoles Pablo? El apóstol oraba por ellos. Pedía un amor abundante que creciera en ciencia y en todo conocimiento. Pablo demuestra algo que el Señor mismo quiere de los creyentes: que alcancemos excelencia en el conocimiento de Dios, que seamos sinceros, irreprensibles, que seamos llenos de frutos de justicia y todo esto para gloria y alabanza de Dios.

 

La creencia cristiana ("el conocimiento y todo discernimiento") se expresa en el amor cristiano y en el comportamiento que es "puro y sin mancha" (Col. 1:9-11). La ausencia de amor muestra que el supuesto conocimiento no sirve para nada (1Co. 13:1-3) y el amor mismo es el conocimiento más profundo que existe (1Co. 8:1-3). La seriedad de la oración de Pablo de que "el amor de ustedes abunde" entre los Filipenses se hace más evidentes en 2:1-18.

 

Frutos de justicia

No sólo es el pecador justificado por la fe en Cristo (3:9), sino que "el fruto de la justicia", o la vida justa que se produce, es también "por medio de Jesucristo", a través de la obra de Su Espíritu (Gal. 5:22, 23), "para gloria y alabanza de Dios" el Padre. Las tres personas de la Deidad están activas en la santificación de los creyentes.

 

LA GRATITUD A DIOS Y EL GOZO

 

Filipenses 1:3-4 “Doy gracias a mi Dios siempre que me acuerdo de vosotros, siempre en todas mis oraciones rogando con gozo por todos vosotros”.

 

El apóstol Pablo daba gracias a Dios por los filipenses, porque ellos estaban perseverando en el Señor. Ese es un gran motivo para dar gracias. Como aplicación, podemos decir que los padres creyentes dan gracias a Dios porque sus hijos perseveran en el Evangelio. Este es un gran motivo para agradecer a Dios, pero en realidad el cristiano debe dar gracias a Dios por todo y en todo.

 

La gratitud a Dios es un imperativo moral y una fuerza poderosa

La gratitud a Dios es la actitud correcta del corazón humano perdonado, redimido y bendecido. Esta gratitud a nuestro Creador, Salvador y Señor está enfatizada en muchos pasajes de la Escritura. Lucas 17:11-19 relata el portentoso milagro por el cual el Señor Jesucristo sanó a diez leprosos. Sin embargo, sólo uno volvió al Señor para darle las gracias y para adorarle. Éste era nada menos que un samaritano y el Señor Jesús dijo refiriéndose a él: "¿No hubo quien volviese y diese gloria a Dios sino este extranjero? Y le dijo: Levántate, vete; tu fe te ha salvado" (vv.18-19).

 

La gratitud nos impulsa a obedecer a Dios. En Juan 14:21, el Señor dice: "El que tiene mis mandamientos, y los guarda, ése es el que me ama; y el que me ama, será amado por mi Padre, y yo le amaré, y me manifestaré a él". La persona agradecida comprende muy bien que su deber es obedecer al Señor. Al hacerlo está demostrando su amor.

 

La gratitud nos impulsa a adorar al Señor con todo nuestro ser. Lucas 7:36-50 narra el episodio en que una mujer pecadora se postra al Señor y lo adora mientras que un fariseo sólo observa y critica. Jesús dijo al fariseo acerca de la mujer: "Por lo cual te digo que sus muchos pecados le son perdonados, porque amó mucho; mas aquel a quien se le perdona poco, poco ama" (v.47).

 

La gratitud a Dios nos impulsa a anhelar vivir en santidad. La Biblia dice que sin santidad nadie verá a Dios (Hebreos 12:14). Sólo una persona agradecida por haber recibido la salvación de Dios puede anhelar vivir en santidad.

 

La gratitud a Dios nos impulsa a ser genuinamente humildes. La gratitud a Dios nos protege de caer en orgullo y nos recuerda que somos totalmente dependientes de Él. En Lucas 18:9-14 el Señor narra la diferencia entre la oración de un fariseo orgulloso y un publicano arrepentido y dice: "Os digo que éste (el publicano) descendió a su casa justificado antes que el otro (el fariseo); porque cualquiera que se enaltece, será humillado; y el que se humilla será enaltecido (v.14).

 

La gratitud nos impulsa a predicar el Evangelio. Es imposible comprometernos con la iglesia y con la extensión del reino de Dios sin gratitud. De hecho, el Reino de Dios, desde la perspectiva humana, se basa en la respuesta de la persona redimida ante el amor tangible de Dios expresado en la muerte del Señor. La respuesta correcta sólo puede ser una: gratitud.

 

La ingratitud hacia Dios es moralmente injustificable y es destructiva

La ingratitud hacia Dios es una actitud diabólica. Fue introducida por Satanás en el jardín de Edén (Génesis 3).

 

La ingratitud y la incredulidad van de la mano. Aunque Israel fue liberado milagrosamente de Egipto, se negó a agradecer a Dios. Por el contrario murmuró contra Dios muchas veces. Hallamos un ejemplo en Éxodo 17:3. El resultado: una generación entera murió en el desierto sin alcanzar la promesa.

 

La ingratitud lleva a traicionar a Dios. Fue la ingratitud la que convirtió a Judas en un traidor (Lucas 22:1-6). Fue la ingratitud la que engañó al hijo pródigo (Lucas 15:11-32). Al exigir a su padre su parte de la herencia le estaba diciendo: "¿Por qué no te mueres de una vez?" Fue un ingrato.

 

La ingratitud es característica del hombre pecador. Pablo pide muy seriamente a Timoteo evitar a los ingratos. En 2 Timoteo 3:2 los ingratos forman parte principal de una lista de gente absolutamente reprobable desde la perspectiva de Dios.

 

Tenemos que aprender a ser agradecidos a Dios en todo y por todo

La Escritura está llena de referencias acerca de la importancia de cultivar un corazón agradecido. El Salmo 103:1-2 exhorta: "Bendice, alma mía, a Jehová, y bendiga todo mi ser su santo nombre. Bendice, alma mía, a Jehová, y no olvides ninguno de sus beneficios".  Efesios 5:20 y Colosenses 3:17 exhortan a los creyentes a vivir en una continua acción de gracias a Dios, por todo y en todo.

 

La gratitud a Dios conduce al gozo y la ingratitud a la amargura. Filipenses tiene unas 16 referencias al gozo y a regocijarnos. Pero sólo podemos experimentar el gozo de Dios cuando tenemos una gratitud profunda y práctica hacia El. "Así que, recibiendo nosotros un reino inconmovible, tengamos gratitud, y mediante ella sirvamos a Dios agradándole con temor y reverencia" Hebreos 12:28.

LA GRACIA DE DIOS

 

El término gracia o favor (heb., chen; gr. caris) puede definirse como el favor inmerecido, aquello que se otorga sin mérito alguno por parte del que lo recibe.  

 

Se distingue de la Justicia y de la Misericordia. La justicia consiste en recibir lo que se merece; la misericordia consiste en no recibir lo que se merece. La Palabra Gracia se usa generalmente en las Escrituras para indicar el favor gratis e inmerecido de Dios para con los hombres, en particular para su pueblo redimido.  

 

La gracia es el Gran Regalo aportado por Cristo e Inmerecidamente apropiado por nosotros. La gracia salvadora descarta todo mérito humano. Es debida a Dios y dada por Él, debido a quién es Él, y no a quienes somos nosotros.  (1P 5:10)

 

La gracia de Dios incluye todos los actos de amor, misericordia y bondad para con gente que no es digna (Jn 3:16; Ro 5:6–10; Ef 2:4–9; Tit 3:4–5).

El sacrificio de Cristo es la revelación máxima de la gracia divina, Jn 1:14, 16–17;

2Co 8:9.

El cristiano experimenta la gracia de Dios en gran variedad de circunstancias (1P 4:10, “multiforme gracia de Dios”).

 

La Gracia es  Eterna 2Ti 1:8-9.

Sobreabundante, Hch 4:33; Ro 5:15-21; Ef 2:7; 1Ti 1:12-14.

                        Gloriosa, Ef 1:6.

                        Inmerecida, 1Ti 1:12-14.

 

Es la fuente de:

Salvación, Hch 15:11; 18:27; Ro 3:24; 4:4; Ef 2:5-9; 2Ti 1:9;  Tito 2:11; 3:7;

1P 1:10. ¿Tienes la salvación de tus pecados?

Llamado de Dios, Ga 1:15-16. ¿Hablas de Cristo?

Fe, Hch 18:27.

Justificación, Ro 3:24; Tito 3:7.

Perdón, Ef 1:17.

Santificación, Ro 6:14, (19, 22); 5:20-21

Consolación y esperanza, 2Ts 2:16-17.

Dones espirituales, Ro 12:6.

 

Efectos:

            Conducta, 2Co 1:12; Tit 2:11-12.

            Obediencia, Ro 1:5.

Servicio, 2Co 9:8.  Debemos ser buenos administradores, 1P 4:10.

Capacidad para edificar la iglesia, 1Co 3:10; 15:10.

Poder en la debilidad, 2 Co 12:7-10.

Predicación del evangelio, Ef 3:8.

Compartir lo que tenemos, 2Co 8:4. (Privilegio= gracia) (Hch 20:35).

Cambio de nuestro hablar, Ef 4:29; Col 4:6.

Nuestra responsabilidad:

            Ser humildes, Stg 4:6-7; 1P 5:5. Ej. Fariseo y publicano.

No tener amargura, porque estorba la Gracia, He 12:14-15.

            Crecer en la Gracia, 2P 3:18; He 13:9.

            Acercarnos al trono de la gracia, He 4:14-16; 2Ti 2:1. (Fortalecer)

No abusar de la Gracia de Dios, Ro 6:1–2; Ga 5:4; Jud 4. ¡Cuidado!

 

La gracia o el favor a veces se usa en las Escrituras respecto a las relaciones entre personas, ejemplos: Gn 33:8; Rt 2:10; Dn 1:9; Hch 7:10; 24:27. Dios ha capacitado a su pueblo para expresar a otros la verdadera gracia, Ef 4:29; Col 4:6. ¿Lo hacemos?

 

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