El gran mandamiento “Amémonos como Él nos ha amado”
El Gran Mandamiento
“Amémonos como Él nos ha amado”
1 Juan 3:13-24
Introducción
Una maestra de párvulos trataba de explicar a los niñitos de su clase lo que es el amor; pero no podía, y por saber lo que decían sus pequeños alumnos, les preguntó qué es el amor. Entonces una niñita de seis años de edad se levantó de su silla y fue hasta la maestra, la abrazó, la besó y le declaró: “Esto es amor.” En seguida la maestra dijo: “Está bien; pero el amor es algo más. ¿Qué es ese algo?” La misma niña, después de un rato de estar pensando, se levantó y comenzó a poner en orden las sillitas que estaban fuera del lugar que les correspondía, limpió bien el pizarrón, levantó unos papeles que estaban en el suelo, arregló los libros que estaban en desorden sobre una mesa; y en seguida, con aire de satisfacción, dijo a su maestra: “Amor es ayudar a otros.” La niñita tenía razón.
Para muchos el ser cristiano es un sinónimo de una gran “prosperidad financiera”. Para otros el ser cristiano es “que en todo les vaya bien”. Para otros más, el ser cristiano supone “vivir cómodamente con toda clase de lujos”. Para otros, “que Dios siempre los bendiga”. Pero existe una clase de personas que para ellos ser cristiano es “ser perseguido, ser torturado, incluso ser asesinado”. Esta es la otra cara de la cristiandad en el mundo actual.
Algunos predicadores predican un evangelio “light” donde les hacen ver a los “creyentes” que siempre deben de tener todo lo que le pidan a Dios y nunca deben ser financieramente pobres. Les dan mensajes de positivismo en lugar de alimento espiritual. Hoy en día hay naciones donde los cristianos están siendo perseguidos, donde los encarcelan por tener una Biblia, incluso llegan hasta a torturarlos y matarlos si no niegan a Jesucristo.
13 Hermanos míos, no os extrañéis si el mundo os aborrece.
La palabra aborrecer es muy fuerte, en pocas palabras significa: “…tener odio, u horror contra una persona o cosa…” Incluso, hay una mención en la Biblia sobre aquel que frecuentando una Congregación fielmente y sirviendo en diferentes ministerios y afirmando ser nacido de Dios, aborrece a su hermano, este es llamado un mentiroso, por lo cual es evidencia de nuevo nacimiento el amar a nuestros hermanos sin fingimiento (1 Juan 4:20; 1 Juan 3:14, Romanos 12:9)
Vamos a encontrar enemigos en todas partes—gente que se nos opone en el trabajo, en nuestro vecindario, hasta en algunas iglesias—porque estamos cumpliendo la misión de Cristo.
Nuevamente, Jesús advierte, “¡Ay de vosotros, cuando todos los hombres hablen bien de vosotros!, porque así hacían sus padres con los falsos profetas.” (Lucas 6:26). Déjame preguntarte: ¿el mundo está alabándote? ¿Eres el brindis de tu círculo? ¿Te dan grandes alabanzas en eventos seculares? ¿Eres políticamente correcto en tus interacciones? ¿Están el alcalde, dignatarios y los famosos cómodos en tu presencia? Entonces escucha las palabras de Jesús para ti: “Hay algo falso en tu testimonio.”
Jesús mismo aclara: Si cualquier iglesia está moviéndose en el poder del Espíritu Santo y cumpliendo su misión como él mandó, esa iglesia será odiada y perseguida por el mundo. Como Pablo, el pastor será considerado la inmundicia de la tierra. Y la iglesia será odiada por políticos y líderes impíos de la sociedad. También será despreciada por homosexuales, pornógrafos, y más aún por líderes religiosos deslizados quienes están espiritualmente muertos.
Ahora estamos enfrentados a tomar una decisión: Seguir con la corriente del mundo y estar tranquilos, o vivir denunciando el pecado y ser aborrecidos y perseguidos.
Recientemente escuchamos el testimonio de una creyente que está luchando dentro de la asamblea constitucional para evitar la aprobación de una ley que permita los matrimonios entre homosexuales y su enseñanza en las instituciones educativas. Ahora ella está enfrentando un juicio por discriminación debido a eso.
El mundo nos va a ver como nuestro organismo ve a una astilla cuando se introduce en nuestra piel; nuestro cuerpo la detecta como un cuerpo extraño, ajeno a sí, y trata de expulsarla por medio del sistema inmunológico; la rodea y la aísla para que no afecte al resto del organismo.
Sin embargo, Jesús le dice a esa iglesia:
“Bienaventurados los que padecen persecución por causa de la justicia, porque de ellos es el reino de los cielos. Bienaventurados seréis cuando por mi causa os insulten, os persigan y digan toda clase de mal contra vosotros, mintiendo. Gozaos y alegraos, porque vuestra recompensa es grande en los cielos, pues así persiguieron a los profetas que vivieron antes de vosotros.” (Mateo 5:10-12).
14 Nosotros sabemos que hemos pasado de muerte a vida, en que amamos a los hermanos. El que no ama a su hermano, permanece en muerte.
¿Cómo es un muerto? Es algo que nos agrada ver o compartir con él. ¿Hacemos todo lo posible para estar a su lado? ¡De ninguna manera! Más bien tratamos de evitarlo.
En este pasaje podemos apreciar que el que no ama al hermano es comparable a un muerto, es decir, está aún muerto. No es posible ser nacido de nuevo, tener nueva vida, y odiar al hermano. Esto es totalmente opuesto.
Por eso es que la seña fundamental del cristiano es el amor.
15 Todo aquel que aborrece a su hermano es homicida; y sabéis que ningún homicida tiene vida eterna permanente en él.
¿Por qué nos dice que el que aborrece a su hermano es homicida? Revisemos que dice la Palabra de Dios en Mateo 5:21-22a Compara al que se enoja con su hermano con un homicida. Las consecuencias para los homicidas podemos encontrarlas en Juan 8:44 y Ap. 21:8; 22:15.
Así que si estamos enojados con un hermano o hermana, es mejor que consideremos arreglar las cosas con él, ya que si no lo hacemos es posible que sigamos muertos, que no tengamos aún vida eterna.
16 En esto hemos conocido el amor, en que él puso su vida por nosotros; también nosotros debemos poner nuestras vidas por los hermanos.
El ejemplo supremo del amor lo tenemos en nuestro Señor Jesucristo. Estoy seguro que nadie daría su vida por un malhechor; pero a los ojos de Dios todos estábamos muertos en nuestros delitos y pecados, alejados de Dios, éramos enemigos de Dios.
Jesucristo nos dio el ejemplo del amor y en su palabra encontramos que nosotros debemos imitarlo, también poner nuestra vida por los hermanos.
¿Cómo podemos poner la vida por alguien? No es simplemente el acto de morir físicamente por el hermano, sino el hecho de considerar la vida del hermano como más valiosa que la nuestra. Es ayudar a nuestro hermano incluso a costa de nuestra “vida” cotidiana a la que estamos acostumbrados. Nuestro tiempo, nuestras fuerzas, nuestros recursos, nuestro conocimiento, etc. Dar todo por nuestro hermano. Eso es el amor.
17 Pero el que tiene bienes de este mundo y ve a su hermano tener necesidad, y cierra contra él su corazón, ¿cómo mora el amor de Dios en él?
Es muy clara esta afirmación. No podemos decir que somos cristianos, es decir seguidores de Cristo, si nuestro corazón está cerrado a la necesidad de nuestro hermano. Debemos mostrar el amor de Dios a través de las acciones, no solamente de palabra. No basta con decir lindas frases o lindos pensamientos, tal vez agradables consejos o dulces palabras; es necesario mostrarlo con hechos, con acciones.
Está claro que no todos tenemos los recursos necesarios para ayudar a todo el que nos pida ayuda; pero podemos hacer algo: dar de nuestro tiempo, acompañar, visitar, ayudar, enseñar. Compartir lo que Dios nos ha dado, el conocimiento que tenemos y las habilidades para ayudar a los hermanos.
18 Hijitos míos, no amemos de palabra ni de lengua, sino de hecho y en verdad.
Esta es la afirmación que engloba lo dicho anteriormente. Debemos mostrar el amor que Dios puso en nuestros corazones al darnos nueva vida. De hecho y verdad significa que nuestro amor no debe ser fingido sino real. Debemos hacerlo de corazón, no por obligación ni de mala gana, sino con alegría, sabiendo que estamos comportándonos como Jesucristo.
19 Y en esto conocemos que somos de la verdad, y aseguraremos nuestros corazones delante de él;
Alguna vez nos hemos preguntado si seremos realmente salvos, si somos verdaderamente hijos de Dios. Es posible que se nos pase por la cabeza alguna vez la idea de que no hemos nacido de nuevo; sobre todo cuando hemos hecho algo que no está conforme a la voluntad de Dios, o hemos pecado.
La respuesta a nuestra interrogante está aquí. Pablo nos dice que si amamos de esta manera a nuestro hermano, somos de la verdad. Es por eso que la señal del cristiano es el amor. No es posible amar al hermano si no hemos nacido de nuevo, ya que el amor de Dios es el único que nos capacita a amar incluso al enemigo, cuanto más debemos amar a nuestro hermano.
20 pues si nuestro corazón nos reprende, mayor que nuestro corazón es Dios, y él sabe todas las cosas.
Cuando se habla del corazón del hombre se está hablando realmente de nuestro ser interior, no del músculo que bombea la sangre en nuestro organismo. Muchas veces nuestra propia conciencia nos advierte de algo que hemos hecho mal, no nos deja estar tranquilos. Cuando hemos nacido de nuevo es el Espíritu Santo que viene a habitar en nosotros es quien obra a través de nuestra conciencia advirtiéndonos y mostrándonos lo correcto. Es por eso que ya no podemos dejar de amar al hermano ni tampoco vivir haciendo mal o en el pecado.
21 Amados, si nuestro corazón no nos reprende, confianza tenemos en Dios;
Llegamos a un punto en nuestra vida en la que nuestra conciencia está realmente tranquila con lo que hacemos; porque nuestras acciones son realmente las de un hijo de Dios. Ya no actuamos de acuerdo a lo que dirán los demás y mucho menos en torno a nuestros propios intereses, más bien actuamos de acuerdo a la justicia de Dios, buscando el bien de nuestro hermano antes que el nuestro, considerándolo como superior a nosotros mismos.
Es por eso que podemos tener confianza en Dios, ya que si andamos en luz como Él está en luz tenemos comunión unos con otros, y si andamos en luz estamos andando en la verdad. Aquí viene entonces la siguiente afirmación poderosa:
22 y cualquiera cosa que pidiéremos la recibiremos de él, porque guardamos sus mandamientos, y hacemos las cosas que son agradables delante de él.
Se dan cuenta de la enorme promesa que encontramos en esta frase… y cualquiera cosa que pidiéremos la recibiremos de él. Es una enorme fuente de riqueza en todo sentido.
¿A quién de ustedes no le gustaría pedir algo y recibirlo? Estoy seguro que a todos nos gusta esta idea; pero ¿cuantas veces hemos recibido lo que hemos pedido? El secreto está en lo que viene en este versículo: porque guardamos sus mandamientos, y hacemos las cosas que son agradables delante de él.
Esta es la clave del éxito, no hay secreto en esto, sólo debemos vivir de acuerdo a la voluntad de nuestro Señor Jesucristo.
Guardar sus mandamientos significa:
23 Y este es su mandamiento: Que creamos en el nombre de su Hijo Jesucristo, y nos amemos unos a otros como nos lo ha mandado.
Volvemos al punto central de este mensaje: Amarnos como Él nos ha amado, es un mandamiento de Dios. No hay otra forma de vivir de acuerdo a su voluntad. Jesucristo nos ha comprado con su propia sangre para que vivamos como hijos de Dios, como una verdadera familia, donde reine el amor y no las peleas; el amor y no las divisiones; el amor y no la envidia; el amor y no la vanalidad.
Todos somos llamados a amar al hermano así como Él nos amó.
24 Y el que guarda sus mandamientos, permanece en Dios, y Dios en él. Y en esto sabemos que él permanece en nosotros, por el Espíritu que nos ha dado.
Aquí termina el capítulo 3 de 1 Juan, dándonos la certeza de que Dios permanece en nosotros si nosotros guardamos sus mandamientos; y esta certeza la podemos tener pues Dios ha derramado en nosotros su Espíritu.
El amor que mostramos a nuestros hermanos en Cristo se debe a la presencia del espíritu Santo de Dios en nuestras vidas. Sin la presencia de él es imposible amar al hermano.
Conclusión
¿De dónde aprendió el apóstol Juan esta lección? Del Señor Jesucristo (comp. Jn. 13:34-35; 15:12, 17).
Si hay algo que encontraremos una y otra vez en el NT son exhortaciones a que nos amemos unos a otros:
“Amaos unos a otros con amor fraternal” (Rom. 12:10).
“No debáis a nadie nada, sino el amaros unos a otros” (Rom. 13:8).
“Todas vuestras cosas sean hechos con amor” (1Cor. 16:14).
“Porque toda la ley en esta sola palabra se cumple: Amarás a tu prójimo como a ti mismo” (Gal. 5:14).
“Y andad en amor, como también Cristo nos amó, y se entregó a sí mismo por nosotros” (Ef. 5:2).