TODAS LAS BENDICIONES EN CRISTO.

Ef 1:6

INTRODUCCIÓN.  Hemos visto anteriormente que Dios es Bendito, que nos bendijo con toda bendición espiritual en los lugares celestiales, en Cristo.

Además nos escogió en Cristo antes de la fundación del mundo para que seamos santos y sin mancha delante de él.

Todo lo hizo por amor predestinándonos para ser adoptados hijos suyos por medio de Jesucristo. No sólo hijos adoptados, sino nacidos de Dios.

Ahora vamos a ver un poco más de cómo en Cristo se cumplen los decretos de Dios.

 

1.         SÓLO EN CRISTO SE CUMPLE EL PROPÓSITO DE DIOS. 2Co 1:20. Nuestro Señor vino para confirmar las promesas hechas por Dios (Ro 15:8).

El Señor Jesucristo es el único mediador, no hay otro; He 9:15; 1Ti 2:5. 

La bendición de los escogidos está centrada en Cristo, y sin él no hay manera de llevar a cabo el plan. Entre otros muchos textos: Jn 14:6; Ro 3:20-24; Hch 4:11-12; 10:43; 1Jn 5:9-12, etc., etc. El evangelio es Cristo. Sin él la salvación es imposible. ¡No nos engañemos! No hay otro camino a la gloria.

La vida cristiana no tiene razón de ser sin Cristo, la iglesia no tiene razón de ser sin Cristo.  Y sólo podemos conocer a Cristo por las Sagradas Escrituras, la Biblia.

 

      2.         LA SEGURIDAD DE LOS PROPÓSITOS DE DIOS.

¿Cómo pudo ocurrir todo esto? Simplemente por el “puro afecto de su voluntad”.

Hemos dicho que todo lo que Dios hace, lo hace por su amor, y éste se manifiesta en su voluntad, deseo, placer, decreto.

Su voluntad está muy unida a su soberanía, esto quiere decir que Dios prepara sus propios planes y los lleva a cabo a su manera y en su tiempo. Sal 115:3; 135:6; Ro 11:33-36.

Su voluntad es la expresión de su inteligencia, poder, sabiduría. Nunca es arbitraria o caprichosa, sino que está de acuerdo a su carácter de bondad y amor.

De todos modos hay que recordar que hay la voluntad decretiva, cuando Dios decreta lo que va a pasar y nadie lo impedirá, Sal 135: 5-12; Is 46:9-11; Jer 4:27-28; Lm 2:17; 3:37-41; Dn 4:35; He 6:17-18 y la voluntad preceptiva por la que asigna a sus criaturas los deberes que les corresponden, Hch 14:16; Mt 23:37.  

Nosotros, sus hijos, no percibimos la santidad de su voluntad hasta que nosotros mismos nos sometemos a sus demandas Ro 12:1–2  y comprobamos nuestra limitación.

      3.         EL OBJETIVO: PARA ALABANZA DE LA GLORIA DE SU GRACIA.

 

a) Alabanza. Tiene pleno sentido cantar a la gloria (grandeza) de Dios que se manifiesta en gracia.   

La alabanza es una de las expresiones de gratitud o satisfacción más antiguas de la Biblia. Es una expresión espontánea de gozo que caracterizó al pueblo de Dios. El modelo fue el mismo Creador, Sal. 104:31; Gn 1:31; Pr 8:30, y fue seguido por el gozo de la creación, incluyendo a los seres celestiales Job 38:7; Sal. 145:8-11.

También los hombres fueron creados para su alabanza, Dt 10:20-21; Neh 9:5.

En el AT, el campeón de la alabanza fue David, Sal. 18:1-3; 22:22-26; 27:1-6; 63:1-8, etc.

Ahora el reino de Dios está en el corazón de los santos, los ciudadanos del cielo. Los cristianos del primer siglo se sentían profundamente gozosos porque con la ascensión del Señor Jesús y la llegada del Espíritu Santo habían visto consumada la etapa salvadora de la redención, Hch 2:46-47, Ef 5:18-19; Col 3:17; 1P 4:11.

¿Alabas al Señor siempre? ¿Con tu vida rendida en obediencia a él?

LOS ESCOGIDOS Y LOS PREDESTINADOS

  

I.     ¿PARA QUÉ? PARA QUE SEAMOS SANTOS Y SIN MANCHA DELANTE DE ÉL.

Comparar 1Co 1:2; Ef 5.27; Col 1:21-22; Jud 24.

¿No es esto un motivo de gratitud de nuestra parte? ¿Cómo es posible que el propósito eterno se haya concretado en nosotros? Sólo podemos cumplir la parte que nos ha sido asignada: vivir en santidad. Santidad que él  mismo produce. Por esto y mucho más debemos vivir para el Señor.

En el NT, se enseña que el Padre es santo (Jn 17:11) y el Hijo es santo (Ap. 3:7), y el Espíritu es Santo (Mt 1:18; Mr. 1:8; Lc 1:15; Jn 1:33; etc.)

El carácter santo de Dios trae como consecuencia que nadie que tenga imperfecciones o pecados puede acercarse y relacionarse con él (Ro 3:23). Es necesario que antes sea santificado (He 12:14).   El Señor Jesús nos santificó muriendo en la cruz como un sacrificio por la culpa de los seres humanos y por la contaminación del mundo, He 10:10;

1Co 6:9-11. Por eso es que los creyentes somos llamados “santos” (Ef. 1:1; Fil 1:1; Col. 1:2).

A esa obra hecha por Cristo debemos responder  los creyentes, santificándonos  nosotros mismos. Esto es, dedicarnos, apartarnos para Dios. La Biblia enseña las dos cosas. Por un lado, los creyentes somos santos. Y debido a esa posición, debemos santificarnos.

Pablo exhortaba a Timoteo a evitar muchas cosas por su santificación “Así que, si alguno se limpia de estas cosas, será instrumento para honra, santificado, útil al Señor” (2 Ti 2:21). A los corintios escribió: “Limpiémonos de toda contaminación de carne y de espíritu, perfeccionando la santidad en el temor de Dios” (2Co 7:1). La santidad es algo que se busca y se sigue “Seguid la paz con todos, y la santidad, sin la cual nadie verá al Señor” (He 12:14).

 

II.        ¿CUÁL DEBE SER NUESTRA RESPUESTA? Entonces, sabiendo que hemos sido escogidos para ser solamente de Dios, ¿cómo debe ser nuestra manera de vivir? Repito: 1Ts 4:3, 7; 2Ti 2: 19-22; He 12: 9-10,14; 1P 1:14-15.

Aspectos de la santificación:

1. Santificación posicional  desde el momento de la conversión (1Co 1:2; 6:11).

Dios ya nos santificó, nos apartó para sí mismo, nos purificó, nos consagró.  

2. Santificación progresiva, el diario crecimiento en gracia, llegando a estar más y más apartados para que Dios nos use (Jn 15:3; 17:17, 19; Ef 5:26).

3. Santificación final, glorificación, en el cielo, 1Ts 5:23.

Debemos creerle a Dios, por eso es que nuestra vida debe estar marcada por la santidad, o sea, entera consagración a Dios, vivir para Dios, Ex 28:36; 1Cr 16:29; Sal 29:2; 93:5 ¿Cómo es tu vida? ¿Está dedicada completamente a Cristo? ¿Cómo vienes aquí, a la Casa de Dios? Is 57:15; 2Co 7:1; Ro 6:19-23; Ef 4:23-24; 1Ts 3:13.  

¡Cristo ya lo hizo todo! Tienes asegurada la victoria final.

 

III.      EL ORIGEN DE LAS BENDICIONES ES EL AMOR DE DIOS

Dios es amor, y todo lo que hace, lo hace por amor.

      Nuestro amor hace discriminaciones: Ama lo que le interesa, y le interesa lo que le resulta conveniente o atractivo. “Te amo porque…” “Te amo si…” No así el amor de Dios, porque no busca lo suyo, “Te amo a pesar de…” Debido a que hemos sido objetos del amor de Dios, nosotros debemos usar ese amor para amar y edificar a otros, 1Jn 4:7-11.

 

      IV.     ¿PARA QUÉ? PARA SER ADOPTADOS HIJOS.

La elección es el señalamiento que Dios hace de individuos; la predestinación es para bendición.  Determinado antes, elección.

Predestinación   es marcar de antemano o determinar desde antes, Hch 2:23; 4:28; 1 Co 2:7; Ro 8:29-30; 9:10-21; Ef 1:11.  

Tanto la elección para ser “santos y sin mancha” como la predestinación a ser “adoptados hijos”, tienen para nosotros aspectos inexplicables. Ser “adoptados hijos” es el primer paso que Dios da para que seamos santos y sin mancha.

En el Nuevo Testamento la adopción denota un acto de libre gracia de Dios, por el cual, justificándonos por la fe, somos recibidos en la familia de Dios y constituidos herederos del patrimonio celestial. En Cristo Jesús, y mediante sus méritos expiatorios, los creyentes reciben la adopción de hijos, Ga 4:4-5.

Pero, además, no sólo somos adoptados, sino somos hijos nacidos de Dios, Jn 1:12-13; 3:3-8; Stg 1:18; 1P 1:3, 22-23; 1Jn 3:9; 3:1-3; 5:18.

 

  ESCOGIDOS POR DIOS

EFESIOS 1:4

 

Lo que nos enseña la Biblia en esta carta del apóstol Pablo, es que la vida cristiana empieza y termina con Cristo (He 12:2).

Comenzamos nuestra vida de creyentes dependiendo de lo que Cristo ya había hecho, no de nuestras obras; y continuamos toda nuestra vida dejando que él lleve la carga dejando de preocuparnos de llevarla nosotros.

Nuestra vida de victoria no depende de lo que nosotros podamos hacer, ni aun de lo que dios hará por nosotros, sino en lo que él ya ha hecho para nosotros en Cristo. Si llegamos a comprender esto y descansamos en él, hemos hallado el secreto de la vida santa.

Las buenas nuevas –el evangelio- significan realmente que Dios ha hecho todo en Cristo, y que nosotros sencillamente entramos por medio de la fe al goce de ese hecho glorioso.

Por eso nuestro Señor inspiró al apóstol para que nos escriba que nuestra vida de creyentes

comienza descubriendo lo que Dios ya ha hecho en nuestro favor y beneficio. Con razón

nuestro Señor Jesucristo dijo Y esta es la vida eterna: que te conozcan a ti,  el único

Dios  verdaderoy a Jesucristo,  a quien has enviado.” (Jn 17:3)

 

I.  Nos escogió en Cristo.  

Todas las bendiciones que disfrutamos son el resultado de la elección de Dios. Dios eligió salvar, y nos salvó por medio de Cristo, pero sólo a los que creyeran al evangelio.

La doctrina de la elección está presente en toda la Biblia. Abel fue elegido en lugar de Caín; Efraín en lugar de Manasés; Isaac en lugar de Ismael; Jacob en lugar de Esaú; etc.

Dios escogió a Israel de entre las naciones (Dt 7:6), y de este pueblo tomó a ciertos hombres para llevar a cabo sus planes (2S 6:21; 7:8; 1R 8:15-16; 1Cr 28:4; Neh 9:7).

María fue escogida para ser la madre de Jesús (Lc 1:28). Jesús escogió a doce hombres de entre la multitud   para que estuviesen con él y para enviarlos a predicar (Mr 3:13-15; Lc 6:12-13). También a Saulo, cuando este perseguía a la iglesia (Hch 9:15), etc.

Dios también nos escogió, el quiso que la iglesia fuera un “linaje escogido”, un reino de sacerdotes en medio de este mundo 1P 1:2; 2:9. ¿Actuamos como tales?

El modo de actuar de Dios es siempre por elección. Ro 8:28-30. ¡Y la obra de Dios es completa! ¡No se queda a medias! En realidad, ya está completada “Consumado es”¡¡Y no nos dejará a medio camino!! ¡Aleluya!

La respuesta nuestra es andar como Dios quiere que andemos: Col. 3:12-17.  No es que debemos hacer méritos para ser escogidos. No, más bien es porque ya hemos sido elegidos que debemos actuar en consecuencia. Esta es una de las principales diferencias con las religiones o sectas, pues ellos ponen las obras antes de la salvación.

 

Miren lo perfecto y maravilloso del plan de Dios, ¿cuándo nos escogió?

II.        Antes de la fundación del mundo. Nos escogió antes de que haya creado ni una sola molécula.

¡No depende de nosotros ni de ninguna cosa que nosotros hayamos hecho!

Algunos dicen que Dios nos escogió porque vio que nosotros íbamos a tener fe. NO.

Otros dicen que cuando Adán pecó, se reunió de emergencia la Divina Trinidad e idearon un plan para salvar al hombre, NO.

El pecado de Adán no sorprendió a Dios. Nuestro Señor ya había decretado todo lo que

iba a acontecer y lo que él haría antes de crear el primer átomo. Antes  que el pecado

entrara en el mundo, Dios ya había preparado su curación en Cristo. Ro 16:25-26; 2Ti 1:9;

Tit 1:1-2; 1P 1:18-20; Ap 13:8.

¡Nada de lo que el hombre haga puede tomar de sorpresa a Dios! Todo está bajo su control.

 

Y ¿para qué nos escogió?

III.  Para que seamos santos y sin mancha delante de él.

(“Santos e inmaculados”, NC, BJ. “Sólo  de él y viviéramos sin pecado,” BLS. “Su pueblo santo, es decir, libres de pecado ante él,” PDT.) Dios nos hizo y declaró santos.

Cp. 1Co 1:2; Ef 5.27; Col 1:21-22; Jud 24.

¿No es esto un motivo de gratitud de nuestra parte? ¿Cómo es posible que el propósito eterno se haya concretado en nosotros? Sólo podemos cumplir la parte que nos ha sido asignada: vivir en santidad. Santidad que él  mismo produce. Por esto y mucho más debemos vivir para el Señor.

En el NT, se enseña que el Padre es santo (Jn 17:11) y el Hijo es santo (Ap. 3:7), y el Espíritu es Santo (Mt 1:18; Mr. 1:8; Lc 1:15; Jn 1:33; etc.)

El carácter santo de Dios trae como consecuencia que nadie que tenga imperfecciones o pecados puede acercarse y relacionarse con él (Ro 3:23). Es necesario que antes sea santificado (He 12:14).   El Señor Jesús nos santificó muriendo en la cruz como un sacrificio por la culpa de los seres humanos y por la contaminación del mundo, He 10:10;

1Co 6:9-11. Por eso es que los creyentes somos llamados “santos” (Ef. 1:1; Fil 1:1; Col. 1:2).

A esa obra hecha por Cristo debemos responder  los creyentes, santificándonos  nosotros mismos. Esto es, dedicarnos, apartarnos para Dios. La Biblia enseña las dos cosas. Por un lado, los creyentes somos santos. Y debido a esa posición, debemos santificarnos.

Pablo exhortaba a Timoteo a evitar muchas cosas por su santificación “Así que, si alguno se limpia de estas cosas, será instrumento para honra, santificado, útil al Señor” (2 Ti 2:21). A los corintios escribió: “Limpiémonos de toda contaminación de carne y de espíritu, perfeccionando la santidad en el temor de Dios” (2Co 7:1). La santidad es algo que se busca y se sigue “Seguid la paz con todos, y la santidad, sin la cual nadie verá al Señor” (He 12:14).

 

IV. Nuestra respuesta. Entonces, sabiendo que hemos sido escogidos para ser solamente de Dios, ¿cómo debe ser nuestra manera de vivir? Repito: 1Ts 4:3, 7; 2Ti 2: 19-22; He 12: 9-10,14; 1P 1:14-15.

Aspectos de la santificación:

1. Santificación posicional  desde el momento de la conversión (1Co 1:2; 6:11).

Dios ya nos santificó, nos apartó para sí mismo, nos purificó, nos consagró.  

2. Santificación progresiva, el diario crecimiento en gracia, llegando a estar más y más apartados para que Dios nos use (Jn 15:3; 17:17, 19; Ef 5:26).

3. Santificación final, glorificación, en el cielo, 1Ts 5:23.

Debemos creerle a Dios, por eso es que nuestra vida debe estar marcada por la santidad, o sea, entera consagración a Dios, vivir para Dios, Ex 28:36; 1Cr 16:29; Sal 29:2; 93:5 ¿Cómo es tu vida? ¿Está dedicada completamente a Cristo? ¿Cómo vienes aquí, a la Casa de Dios? Is 57:15; 2Co 7:1; Ro 6:19-23; Ef 4:23-24; 1Ts 3:13.  

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